Cuentan que eso fue lo que dijo el rey heleno Pirro tras la batalla de Heráclea contra los romanos, en el año 286 A.C., al comprobar las numerosas bajas de su ejército en su lucha contra las legiones romanas. Es lo que le viene a uno a la memoria tras escuchar los argumentos esgrimidos por el presidente Mariano Rajoy tras el varapalo de las elecciones del 24M. “La victoria es incuestionable pero hemos sufrido una notable pérdida de votos y no podemos estar satisfechos. Negarlo sería tan absurdo como negar que hemos ganado las elecciones”. Como el protagonista de infumable película “Don erre que erre”, el plomizo Paco Martínez Soria, el presidente del gobierno no ve más allá de sus anteojos ante la debacle que supone la pérdida de más de dos millones de votos y la gobernabilidad en varias comunidades autonómicas, capitales de provincia, ciudades relevantes e incluso apartados concejos. Mucho más claro lo tuvieron en la noche electoral algunos de sus barones y baronesas: no había mas que ver la cara de Esperanza Aguirre, o la de la hasta ahora alcaldesa de Valencia Rita Barberá a la que se le escapó un exabrupto muy gráfico (¡Vaya hostia, vaya hostia!), el extremeño José Antonio Monago, o a María Dolores de Cospedal.
Rajoy, al que la historia sin duda calificará como “El impasible” siguió tirando de argumento mariano ante la pregunta de los periodistas sobre si veía necesidades de cambio: “Llevo muchos años en este partido y estoy muy cómodo y muy tranquilo. No tengo previsto hacer cambios en el Gobierno ni en el partido. No me parece que el problema venga de cambiar o dejar de cambiar”.
Pues bien, lo que al presidente del Gobierno y del PP le ha dicho una buena parte de la sociedad española sustanciada en los millones de votos que se han escurrido de las urnas populares camino de otros destinos, es que el personal está harto de más de lo mismo: recortes, corrupción, inmovilismo y de laisser faire que dirían nuestros vecinos galos. No mover un dedo ante los escándalos de corrupción de su partido, o peor aún:“Luis, se fuerte”, así como el trágala de recortes a troche y moche y la indiferencia ante quienes sufren las crisis han propiciado esta victoria pírrica del PP.
Los resultados de las últimas elecciones europeas deberían haber alertado al avispado Rajoy, pero ni por esas. Tiene poco tiempo para intentar dar la vuelta a la tortilla de cara a las próximas elecciones generales, previstas para el mes de noviembre. Muchos de sus correligionarios temen que ocurra lo peor: “De victoria en victoria hasta la derrota final”, parafraseando a Groucho Marx. A ver que dice entonces don Mariano.