Juan Diego Flórez, ¡felicidades y gracias!

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Juan Diego Flores en el Auditorio de Tenerife

Casi al final del concierto, el tenor Juan Diego Flórez pidió al público que abarrotaba el Auditorio de Tenerife  que acompañara con palmas y cantos el popurrí de música caribeña con el que cerró su recital. Si hubiera pedido al personal que además lo hiciera a la pata coja y saltando, el respetable hubiera cumplido sus deseos sin dudarlo, tal fue la entrega que desde el patio de butacas consiguió el tenor peruano en su recital de ayer.

No cabía un alma, mucho vestido de noche (ellas) y profusión de traje y corbata (ellos) aunque también, gracias a dios, hubo personal que despachó la cita con vestimenta más informal, e incluso quien asistió con jeans y fular al cuello, sin desmerecer en absoluto; es sabido que la elegancia se tiene, no se compra. La expectación por una nueva cita con Juan Diego Flórez era enorme, y a tenor de los comentarios a la salida del concierto nadie quedó defraudado.
Como uno no es especialista musical ni pretende serlo, contaré mis impresiones, y para comenzar la Orquesta Filarmónica de Londres, dirigida por Christopher Franklin mostró desde el inicio, con la interpretación de la obertura de “La flauta mágica” de Mozart, que el tenor iba a estar magistralmente acompañado, con una sección de cuerda precisa e impresionante.
Durante la primera parte de su recital, el tenor peruano abordó tres arias de Mozart, Dies Bildnis int bezaunbernd schön, de La Flauta Mágica; Un aura amorosa de Cosi Fan tutte y D´ogni colpa de Betulia liberada. La interpretación de la segunda pieza me pareció maravillosa, sin desmerecer las demás. Al pasito, con la elegancia que le caracteriza en escena, Juan Diego Flórez, continuó su recital con dos arias más, Danse de Phyné perteneciente a la ópera Fausto y L´amour, l´amour de Romeo y Julieta. Los aplausos iban ganando en intensidad a medida que avanzaba el recital, cuando llegó el habitual intermedio.
Mientras el público se proveía en el ambigú de agua,refrescos, cava y otros refrigerios, aprovechaba para saludar a los conocidos que no había encontrado en los prolegómenos del concierto y se deshacía en elogios para el protagonista del concierto, a la espera de la recta final.
A mi abuela le encantaba la zarzuela, pero yo no puedo con ella (salvo la de marisco), así que la reanudación del concierto con una pieza de Dª Francisquita me dejó un tanto frío a pesar de la maestría de Flórez. Sin embargo lo que vino a continuación dejó al personal encantado y asomaron los primeros ¡bravo!, con dos piezas de Verdi: Parmi ceder le lagrime y la maravillosa y popular La dona é mobile, de Rigoletto, que el público aplaudió hasta notar dolor en las manos. Cerró el concierto en francés con Ah! mes amis, perteneciente a La fille du régiment de Donizetti, técnicamente muy compleja y donde el tenor mostró su maestría.
Aplausos de varios minutos y la esperada propina, con una interpretación de Una furtiva lágrima, de L’elixir d’ amore, que daban ganas de sacar el pañuelo para enjuagarse el lagrimal, y el popurrí de “música caribeña” como la definió el propio tenor, donde Guantanamera convirtió el patio de butacas en un improvisado coro de entusiastas acompañando al tenor y la orquesta. Hubo quien pidió más: ¡Nessun Dorma! gritaban un par de filas atrás. Si hubiera tenido valor habría solicitado La flor de la canela, de su paisana Chabuca Granda, pero lo dejé pasar para mejor ocasión.
Juan Diego Flórez cumple hoy 43 años, así que ¡Muchas felicidades, maestro! y gracias por el magnífico e inolvidable recital.

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