Fernando Múgica Herzog, ni olvido ni perdón

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Fernando Múgica Herzog. Foto PSE Gipuzcoa.

Dicen que la distancia es el olvido y creo que no es cierto. Hace muchos años, 21 en concreto, y a más de dos mil kilómetros de donde escribo estas líneas recuerdo con tristeza el asesinato del socialista Fernando Múgica Herzog, a manos de pistoleros de ETA. Hay episodios que no gusta recordar, testimonios que jamás le contaría a un hijo, pero tampoco es bueno hurtar la memoria de unos hechos que durante casi medio siglo azotaron a ciudadanos de este país, aunque ahora quieran parecer lejanos. Siempre me he resistido a contar episodios de lo que vi durante años en Euskadi. Demasiado dolor para ser expuesto y las víctimas eran otros, aunque en muchos casos los conocía, había charlado con ellos, tomado café, entrevistado y sentido siempre una gran admiración por su coraje cívico y político frente a la amenaza real de los terroristas. Confieso que mi colega Enrique Rodríguez Coello es el culpable de que por una vez me decida a contar algunos de los episodios vividos.

A Fernando Múgica Herzog lo conocí a finales de los años 80 cuando llegué a la capital guipuzcoana para trabajar en la redacción de informativos de  Radio San Sebastián de la Cadena SER. Fernando era un hombre corpulento, de humor socarrón y carácter abierto, algo no muy habitual entre los vascos. Tenía su despacho profesional de abogado cerca de la sede del PSE-PSOE, partido en el que militaba al igual que su hermano mayor Enrique que fue ministro de Justicia en uno de los gobiernos de Felipe González y junto a la catedral del Buen Pastor, en el centro de la ciudad. A escasos metros de donde fue asesinado.

Fernando Múgica era un peso pesado en el socialismo vasco aunque nunca ostentó cargos de gran relevancia, vivía de su despacho profesional y muchas veces nos encontrábamos en la antigua sede del Palacio de Justicia de la capital donostiarra, en la calle San Martín, la misma donde cayó asesinado un 6 de febrero de 1996 con un tiro en la nuca.

Recuerdo de aquel día que llovía, hacía frío y que en la calle un amigo me advirtió: «han disparado a Múgica cerca del Buen Pastor». De inmediato pensé en el ex ministro Enrique que tenía anunciada una conferencia para esas fechas. Pero no, la víctima fue  su hermano Fernando, Poto, como le llamaban sus allegados.

En el lugar del atentado se encontraba ya una ambulancia de la DYA y los servicios de asistencia trataban de reanimar al abogado que permanecía sobre la acera de la calle. Su hijo Jose María, que acababa de salir del despacho junto a su padre escuchó la detonación y al levantar la cabeza se encaró a los terroristas, uno de ellos le encañonó. Mientras la Ertzaintza acordonaba el lugar, llegó su hijo Rubén que loco de dolor gritaba ¡asesinos!, ¡asesinos! Isabel, la esposa de Jose María, lloraba sin consuelo y el entonces alcalde de San Sebastian, Odón Elorza, daba patadas al bordillo de la acera lleno de rabia y frustración. Fuero minutos  interminables.

Recuerdo la cara lívida del propietario de un comercio situado a pocos metros del lugar del atentado que se acercó y me dijo, ¡los he visto, los he visto! refiriéndose a los terroristas. Le dije que llamara a la policía, me miró estupefacto y agachó la cabeza. Poco después supe que ese hombre había sufrido, años atrás, un atentado de ETA en su local del barrio  donostiarra de Gros. El miedo era el caldo de cultivo que la banda terrorista había sembrado con gran éxito en la sociedad y donde se movía como pez en el agua. Fernando Múgica, de 62 años, falleció minutos después en la Hospital de Gipuzkoa, el tiro en la nuca que le propinó Francisco Javier Garcia Gaztelu, Txapote, fue letal.

No recuerdo que conté en la narración del atentado, pero sí que cuando regresé a la radio alguien me dijo que la esposa de Múgica, Mapi Heras, se enteró del atentado por un emisora de radio cuando volvía en coche desde Vitoria. No dije nada pero rogué a los dioses que no hubiera sido por mi relato. Tuve suerte.

Algunos fines de semana me preparo un Negroni de aperitivo y  siempre tengo un recuerdo para Fernando Múgica porque fue quien me enseñó esta bebida que hasta entonces,  solo conocía literariamente gracias a las memorias del cineasta Luis Buñuel.

Y siempre rememoro a Fernando socarrón, dándome leña por las cosas que contábamos en la SER y no le gustaban (lo de Txiki Benegas y su conversación sobre Felipe González al que llama «Dios» y «One» , por ejemplo) pero siempre acababa con un frase ingeniosa que dejaba las cosas en su sitio, como la estrella de David que colgaba de su cuello y el recuerdo de parte de su familia que acabó en los campos de concentración nazi.

Estoy seguro  de que hoy Fernando sería feliz con el final del terrorismo, aunque ETA robó a  los suyos del goce de un amigo, padre, esposo y abuelo. Ni olvido ni perdono, dijo su hermano Enrique Múgica Herzog en el funeral.

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6 respuestas a Fernando Múgica Herzog, ni olvido ni perdón

  1. Magnífico texto, acerca de un tema más que doloroso y que quizás se ha quedado un poco en el olvido del gran público.

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  2. elpapable Juan Pablo González Zubizarreta. dijo:

    Saludos Rafael. recuerdo un día de vorágine, de persecución incansable tras los asesinos, con tiroteo en Lasarte, robo de vehículo, cerco de Andoain….pero sobretodo, el día de su entierro…La ira del cielo se desató sobe la ciudad con aguaceros y vientos huracanados. Era la naturaleza que pataleaba contra el bordillo de la sinrazón a su manera…Grande Fernando. Siempre vivo, no como los que le mataron, almas muertas en vida, fantasmas del odio sin retorno.

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    • Hola Juan Pablo.Sí,fueron días horribles,como muchos de los que compartimos en aquella espiral de sinrazón. A veces pienso cómo pudimos y pudieron aguantar tanta miseria humana.Lo decía Fernando, hay que resistir, pero muchos se quedaron en el camino.Abrazos.

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  3. Gonzalo dijo:

    Que bien escribes……..que envidia.
    Sabiduría y sentimiento..
    Un beso

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