Me comentaba hace poco el hijo de una víctima de ETA que había comprado la novela «Patria» de Fernando Aramburu, pero que no la había abierto, «me da mucha pereza meterme en historias de ETA» dijo un tanto apesadumbrado. Le comenté que curiosamente a mi me ocurría la mismo. Tengo la novela desde hace un mes sobre mi mesa, pero me produce cierto vértigo revivir, aunque sea de forma novelada, historias que me suenan demasiado. Y que conste que Fernando Aramburu no me es extraño, he leído varias de sus obras, salvo las que tienen al terrorismo por tema central. Me gustaron mucho «Las letras entornadas» y «Ávidas pretensiones».
Hace años, en la librería Lagun de San Sebastián, a quienes los amigos de las pistolas dedicaron tiempo y saña en convertirla en un referente de resistencia civil y cultural a la intolerancia más execrable, el escritor Raúl Guerra Garrido que sabe muy bien qué es vivir muchos años con escolta, me regaló uno de sus libros «La carta» del que apenas pude leer las dos primeras páginas. Tenía, por desgracia, de sobra con los secuestros, atentados y extorsiones reales de la banda terrorista, de los que tenía que informar a diario.
Supuse que la distancia física de los escenarios de la violencia terrorista me facilitaría poder echar una mirada más relajada a sucesos, situaciones y personas con las que tuve que convivir, pero lo cierto es que la memoria, que habitualmente es generosa para dejar de recordar lo desagradable de la vida, resulta demasiado reiterativa a la hora de repasar unas vivencias que marcaron a quienes vivieron en el Pais Vasco y en el resto de España la locura asesina de ETA.
Probablemente, si preguntas a los jóvenes de este país sobre el terrorismo te hablen del ISIS, y ETA les sonará a algo lejano, aunque pisen las calles que hasta no hace mucho fueron escenario de tragedias, con nombres y apellidos. Por eso es bueno que se construya un relato veraz y se publiquen novelas donde se deje constancia de lo sucedido, no vaya a ser que la historia se repita de una forma u otra. Fernando Aramburu narra sus historias con conocimiento de causa, desde la distancia física que supone residir desde hace décadas en Alemania. Raúl Guerra Garrido lo hace desde dentro, pateando las calles de la ciudad (San Sebastián) donde ha participado de la rebelión cívica y pacífica contra la violencia asesina.
Tengo deudas con ambos escritores, y las deudas se pagan… en este caso con la lectura.
Impresionante artículo. Felicidades.
Leí Patria. La terminé hace dos días. Sigo petrificada.
Publiqué la reseña en la propia página de Aramburu; creo que anda un par de publicaciones por debajo de la que tú has hecho y que me ha traído hasta aquí.
Allí está mi opinión más sincera de lo que me parece una obra maestra a todos los niveles. Si con ella no te convenzo, dejo los libros… y las letras.
Un abrazo.
Lolín Dengra
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Muchas gracias por tu comentario, Lolín. He leído tu reseña y me encanta. Seguro que el libro no me defrauda.
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