Quien nos lo iba a decir hace tan sólo un par de años: ¡los españoles emigran!. Sí, es la única salida que encuentran miles de jóvenes de nuestro país, suficientemente preparados pero hasta las meninges de darse contra una pared a la hora de buscar trabajo. Jóvenes y jóvenas que diría una excelsa ex diputada porque el panorama laboral patrio es desolador.
Según el instituto nacional de estadística (INE) en el primer semestre de este años 40.625 españoles hicieron la maleta para buscarse la vida en otros pagos, normalmente Europa ( Alemania, Inglaterra y Francia) o Sudamérica ( Venezuela, Ecuador y Chile; a Argentina pocos que esá la Kischnner y te nacionaliza en menos que canta una gallo).
El dato estadístico que afecta a personas con nombre y apellido es significativo porque supera en mucho a las salidas durante el mismo período del año anterior ( 28.168 personas) y la edad media de los emigrantes oscila entre los 26 y 41 años.
Hay que haber vivido un poco para recordar con detalle los años de la emigración española en los 60 que uno pudo apreciar. Mucha maleta de cartón con destino a las fábricas de Alemania y Francia o con el bául camino de México o Argentina. Mucha lágrima, mucha humillación y los menos que hacían las américas o volvían de Europa para montar un negocio con los ahorros.
Cuando sufrimos el espejismo de ser ricos, España se llenó de ecuatorianos, bolivianos, rumanos, indúes e incluso de africanos, en un país donde el único negro reconocido por las calles, unas décadas, antes era Jones, un jugador del Atlético de Madrid, amigo de Luis Aragonés para más señas, y que procedía como otros pocos de la antigua colonia de Guinea.
Tiene que ser difícil para unos padres tener que apoyar a un hijo en su decisión de emigrar. Tanta prosperidad mal digerida y peor administrada para esto. Me contaba hace días un amigo canario que sus dos hijos estan trabajando en Alemania y Estados Unidos respectivamente y que en cambio él, a sus 57 años esta en paro hace tres. «Es lo que hay», me decía resignado mientras confesaba su añoranza por tenerlos cerca. Hay casos peores.
Hay un problema grave por resolver en un futuro no lejano: el que los jóvenes españoles puedan trabajar en el pais que les formó y a quienes se dedicaron miles de millones en educación. Ese fracaso sería también inaceptable.