Si no fuera porque hay tantos parados como para formar un país entero con sus arquitectos, abogados, empresarios, médicos, periodistas, políticos ( que los hay sin trabajo no se crean) , trabajadores cualificados y sin cualificar, estudiantes con el futuro más negro que los sobacos de un grillo, sería para tomarse a coña, por inoportuno, el debate sobre las proclamas independentistas que cientos de miles de catalanes expresaron muy a las claras en la jornada de la Diada.
Es cierto que la reivindicación independentista no es de ahora y ha estado alimentada sin descanso y con mayor o menor intensidad durante las últimas décadas. Desde el pujolismo, como moneda de cambio para obtener más transferencias hasta el nuevo amago de órdago de Artur Mas, pasando por el giro del PSC a un partido más nacionalista que autonomista, cuya máxima expresión fue el tripartido de José Montilla.
Quizá la miopía de los gobiernos centrales durante décadas por no haber encontrado un encaje de Cataluña en España, las afrentas históricas o no (ese «Pujol enano, habla catellano») y el no menos chipiritifláutico de Aznar (» yo hablo catalán en la intimidad») no sean mas que el chusco reflejo de una incompresión hacia Cataluña a la que ha ayudado, por la otra parte, el tradicional victimismo del discurso nacionalista, tan rentable como injusto a veces, pero que cala y mucho cuando se emplea para consumo interno.
En fin, no se si a los cientos de miles de catalanes en paro les urge el debate sobre la independencia, porque me temo que la discusión no les va a sacar de las listas del INEM, no nos engañemos.
Como el tema da mucho de sí, nos enfrentaremos durante los próximos días, semanas e incluso meses a sesudas tertulias y debates donde primará más el cutrerio localista y centrífugo ( desde el Barça , la selección española, o las bondades o no del pa amb tomaca y su origen) que el meollo de la cuestión.
Mientras releo a Josep Maria de Sagarra, y a Quim Monzó, dos de mis autores favoritos, espero con escepticismo un poco de cordura en el debate, y aprovecho para recomerdarles este pasaje de la pellícula «El mundo esta loco, loco, loco» sobre agravios entre países , de gran nivel argumental.