Siempre me ha gustado Bob Dylan, incluso ahora que parece desayunar café con crispis de papel de lija y cuya voz, tan rota, hace que la de Joaquín Sabina recuerde a Pavarotti. Y digo que me gusta Dylan porque se ha tomado la vida como un sinfín. Su Never Ending Tour ( la gira de nunca acabar) le lleva desde hace décadas a no parar ni para tomar impulso y ofrecer conciertos allá donde le contraten, bien sea en la explanada del Guggenheim de Bilbao ( en la foto) ; en un garito de Auckland , en Nueva Zelanda; o en el teatro romano de Lyon.
Me gustan además de su música y letras, la postura vital, seguir en la brecha a los 71 años y sobre todo el nombre de su gira, Never Ending Tour, aunque fuera idea de un periodista y no del cantante de Minnesota
Me dice un buen amigo que escuchar a Dylan es oir siempre lo mismo o algo muy parecido y no deja de tener parte de razón. Claro está que pasa lo mismo si repasas la prensa española de los últimos meses, no hay más que paro, recortes, déficit, y rescates, aliñados con noticias sobre uno de los deportes nacionales por excelencia : la corrupción. Hay días que da asco. Bueno también tenemos manifestaciones y fútbol, mucho fútbol y eso que no sabemos si la rivalidad entre el Madrid y el Barça tendrán futuro si prospera la deriva independentista de Artur Mas. Eso si que sería la debacle.
Es una pena que no sepa ni jota de música porque estaría dispuesto a hacer méritos para sumarme a la gira de Dylan aunque fuera de palmero. La gira de nunca acabar es el destino de los jóvenes de ahora y de nuestros hijos si quieren labrarse un futuro digno, porque en España no hay plan ni del gobierno ni de la oposición y en Europa tampoco, más allá de préstamos y rescates.
Mientras despliego el mapa por si acaso, me quedo con Mr. Dylan y una canción de su reciente trabajo que lleva un título muy acorde a nuestra situación : Tempest