La desesperación de quien se sube a una silla, abre el balcón de su casa y se arroja a la calle provocándose la muerte para escapar de un desahucio, pone de manifiesto, una vez más, la crueldad de quienes gestionan la crisis.
Amaia Egaña, de 53 años y con un hijo de 21 no vió otra solución y decidió quitarse de en medio acosada por las deudas y ante la certeza de que la comisión judicial correspondiente se dirigía a su domicilio en Baracaldo ( Vizcaya) para proceder al desahucio. En España se han producido 300.000 de estos procedimientos a lo largo de los cuatro últimos años, 300.000 familias sin hogar donde cobijarse tras perder el trabajo y camino de una pobreza que no imaginaron ni en la peor de sus pesadillas cuando fueron al banco a solicitar una hipoteca para su vivienda.
Es habitual que cuando se habla de los desahucios se tienda a poner una vela a dios y otra al diablo, es decir argumentar que son muchos los que solicitaron un crédito por encima de sus posibilidades, pero quienes otorgaban los créditos hipotecarios sin valorar las posibilidades reales de los deudores fueron los bancos y cajas de ahorro, no lo olvidemos.
El caso de Amaia no es el único que acaba de forma trágica, pero ha servido para que la adormecida sensibilidad de nuestros gobernantes haya despertado de su letargo habitual buscando deprisa y corriendo una solución a esta crisis humanitaria denunciada básicamente por colectivos sociales y que sin embargo lleva ya unos cuantos años causando estragos. Estan más preocupados de sanear los bancos que de poner remedio a las consecuencias de la avaricia de los banqueros.
Un dato del caso de Amaia, La Caixa, el banco que ejecutaba el desahucio, había puesto un anuncio hacía un año para vender la casa donde habitaba la fallecida, tal y como publica el diario ABC httpbit://.ly/SJ6e1A . Eso es sangre fría. ¿Se puede ser más cruel? Estas son las entidades que presumen y anuncian a bombo y platillo su » obra social».
Al mismo tiempo que ocurría la tragedia de Baracaldo, en Santa Cruz de Tenerife, otra mujer , Carmen Omaña, de 48 años, en huelga de hambre desde hacía varios días ante la sede de Bankia de la capital tinerfeña, conseguía evitar el desahucio gracias a la maniobra del alcalde de la ciudad, José Manuel Bermúdez , que retiró la cuenta del ayuntamiento con el banco ante la resistencia de la entidad bancaria a negociar una solución con la afectada. Es el único lenguaje que los banqueros entienden, si les quitas su dinero se apiadan de los demás. Y en este caso, para más inri, Bankia, intervenida por su mala gestión y que a los ciudadanos nos va a salir por una pasta.
PP y PSOE se reunieron poco antes del suicidio de Amaia para buscar soluciones a la situación, y el presidente del gobierno Mariano Rajoy anuncia medidas urgentes para modificar la legislación sobre la ejecución de los desahucios. Para Amaia es demasiado tarde.