La exclamación es del presidente del gobierno Mariano Rajoy, que cartera en ristre abandonaba el Congreso de los Diputados tras la sesión interrumpida por unas goteras que hicieron desalojar durante más de dos horas el hemiciclo. El presidente se refería sin duda a este incidente, porque del resto de la jornada no dijo- una vez más- ni pío. Es su modus operandi habitual, no nos engañemos. Un ejemplo: tuvo que ir al congreso en agosto y por aclamación popular (de su partido) para hablar del caso Bárcenas ya que las peticiones del resto de las formaciones habían caído en saco roto.
Hasta ahora Rajoy no ha dicho esta boca es mía sobre la multitudinaria cadena humana que los independentistas catalanes convocaron para la Diada y cuya respuesta fue extraordinaria, más allá de si eran 600.000 o un millón más. Es este país el que tiene goteras políticas, y amenazan inundación; mientras el presidente del ejecutivo y el resto de la clase política no ofrecen ningún tipo de propuesta encaminada a solucionar un problema que tiene ya su mayor protagonismo en buena parte de los ciudadanos catalanes arrastrados, me temo, por unos mesías que prometen el maná más allá de España.
Argumentar que la mayoría silenciosa de Cataluña no acudió a la manifestación es otra forma de eludir la cuestión y esta vez las palabras no fueron del presidente sino de la segunda de a bordo, Soraya Saénz de Santamaría. Mas pronto que tarde la clase política de este país, sin una receta consensuada todavía, deberá ofrecer una vía de solución a la marea independentista porque negociar un nuevo pacto fiscal exigido hace meses, se antoja ahora como una cataplasma para la herida abierta a la que los dirigentes del gobierno catalán han añadido el condimento necesario para que supure.
La jornada tuvo también su ración de descerebre patriotero españoloide: la agresión de un grupo de ultras a quienes pacíficamente conmemoraban la Diada en Madrid. La mayoría de los autores de la machada están detenidos y escuchamos al diputado de CIU Josep Sánchez-Llibre (que también sufrió la agresión) lo único razonable de la jornada:»Llevo 22 años aquí y estos hechos no reflejan el Madrid real. No saquemos las cosas de contexto».
Y el punto final de la estupidez esquizoide, en esta ocasión copiada a los muchachos de la gasolina de Euskadi, fue la quema de las banderas española y francesa y de un retrato del Rey Juan Carlos como fin de fiesta en un mitin de los independentistas radicales. No faltó de nada.
Visto lo visto, he tenido un arrebato para llenar de pasquines mi calle y por qué no toda la ciudad para exigir la independencia. Independencia de esta clase política banal y alejada de la realidad, independencia de los sindicatos acomodaticios, de la patronal desalmada, de los banqueros sin escrúpulos, de los programadores de la televisión que tratan de laminar nuestro cerebro, de los medios de comunicación atrincherados, y por qué no también de una sociedad acojonada que sólo ladra en las barras de los bares y cuando juega su equipo de fútbol. Total, si Rajoy se entera seguro que no dice ni mu…
Yo me apunto a edta independencia!
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Pues ya somos dos!
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