London calling

BEJA SERRA BOSCH       A mediados de los 70 viajar a Londres, aunque acabaras aterrizando en Belfast (Irlanda), era un claro signo de pijerío económico por parte de familias que siguiendo la moda de una burguesía incipiente  soltaban aquello de que: «es importante saber idiomas para desenvolverte en la vida». Lo habitual era pasar uno o dos meses en las islas  conviviendo con una familia británica de medio pelo,  cuya cultura gastronómica no iba más allá de un desayuno potable con té –of course– y una comida que  hacía bizquear de horror nada más verla en el plato. Y encima con un horario infernal para las costumbres hispanas. Ahora que por cierto se estudia la posibilidad de adecuarnos al horario europeo, confío en que de ninguna manera acabemos adoptando sus costumbres culinarias.

Otros, lo menos pudientes, iban a la aventura con la idea de trabajar como friegaplatos o camareros en un pub para sacarse unas libras, ligar un poco, conocer» Londres la nuit» y traerse lo último de los Rolling Stones o Pink Floyd en formato original y sin censuras para fardar con los colegas. Si había suerte incluso podías ver algún concierto de los rockeros de moda.

Pero lo mejor era la vuelta del viaje, contar aventuras extraordinarias, casi siempre inventadas para acabar admitiendo que de inglés poco o casi nada y que como en casa en ningún sitio. Faltaría mas.

Había otros viajes, casi clandestinos, que llevaban a jóvenes pudientes embarazadas a las clínicas abortistas, pero eso no se contaba aunque fueran cientos las muchachas que hacían el trayecto.

La entrada en el euro y la borrachera de dinero fácil y créditos a tutiplén hizo que las islas volvieran a ponerse de moda. Nada como las rebajas de navidad en los almacenes  Harrods para traerse la maleta llena de ropa o pasar el puente de Todos los Santos en la capital de su graciosa majestad para fotografiarse ante el Big Ben y comprobar la miserable medida de ginebra servida en los gintonics de los pubs de la City, amén de unos precios de aúpa. Pero molaba, era muy «modelno«.

El capitalismo de casino vivido en este país, parafraseando al admirado Enric González, nos ha llevado a otro estado en esto de viajar por Europa y como no, a la Pérfida Albión que decían nuestros antepasados. Londres acoge ahora historias como esta:

«Me llamo Benjamín Serra tengo dos carreras y un master y limpio WCs. No es broma lo hago para poder pagar el alquiler de mi habitación en Londres. Trabajo en una famosa cadena de cafeterías en el Reino Unido desde mayo. Y después de 5 meses trabajando allí por primera vez me visto desde fuera. Me he visto limpiando los aseos. Mi pensamiento ha sido : soy premio extraordinario en mis dos titulaciones y limpio MIERDA de otros en un país que no es el mío. Bueno también hago cafés y friego tazas.»

El testimonio  de este joven valenciano publicado en su página de Facebook   es una bofetada de realidad en esta España de circo, porque de pan más bien poco, para los jóvenes mejor preparados según desgraciada sentencia de nuestra clase política A.C.                 (Antes de la Crisis)

Ya dijo la lumbreras que lleva la cartera de Empleo en el Gobierno, Fátima Báñez, que la salida de los jóvenes que emigraban se llamaba «movilidad exterior». Todavía no ha dimitido.

Nos queda el consuelo de que todo es susceptible de empeorar. Los brotes verdes que dice  ver en lontananza el gobierno para el 2014 se antojan hierbajos de riscos propios de las dietas de las cabras. El proyecto de presupuesto para el año que viene que acaba de presentar el ejecutivo contiene recortes por todos los lados y se van a enterar los pensionistas, los funcionarios, que baten records de congelación salarial; los investigadores, los hospitales públicos, la educación y casi todo lo que se menea.

A cambio anuncian trabajo para unos cuantos miles de desempleado, empleos, me meto, de MIERDA con salarios mileuristas para  equilibrar la balanza de Comercio Exterior que tanto pecho hace sacar al gobierno y contratos basura como bien aconsejaba otra lumbrera de estos pagos, el senador canario Antonio Alarcó : «Siempre será mejor el trabajo precario aunque sea de una hora que el paro». A eso nos quieren llevar.

Hoy lo tengo fácil.

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