Una de las canciones más recordadas del mítico primer álbum del grupo Veneno lleva por título “Los delincuentes” y comienza con el ritmo de una guitarra flamenca y un verso que dice “Me junto con toda clase de delincuentes, a veces comen frío y otras caliente…”
No sé por qué me ha venido a la cabeza esta canción al leer la noticia de que una concejal del municipio leonés de Campazas había sido detenida junto a su pareja, también edil pero en otro ayuntamiento cercano, cuando transportaban en su vehículo un kilo de marihuana y diversos artilugios para su manipulación y pesaje, según el atestado de la guardia civil. Hasta ahí todo normal: la vida rural en un pueblo perdido de León debe ser un coñazo de agárrate y no te menees y qué mejor que hacer unos business con un kilito de maría para pasar a los colegas y de paso sacarse unas perras que está la cosa “mú achuchá, por mucho que el Banco de España diga que estamos saliendo de la crisis. ¡Qué mejor que unos brotes verdes…de marihuana! pensarían los ediles, ambos por cierto del PP, formación que les ha exigido que entreguen sus actas de concejal además de abrirles un expediente disciplinario que acabará en expulsión en el caso de ser condenados.
Hasta aquí la crónica de unos presuntos delincuentes, eso sí, pillados con las manos en masa. Pero lo desopilante del caso, y no hace falta fumarse un peta, es que la concejal que lleva por nombre Beatriz Rodríguez ha decidido dimitir como edil de municipio pero…sin entregar el acta y evitar así que la alcaldía de Campazas (151 habitantes según el censo) pase a manos del PSOE. Encomiable la perspicacia estratégica de la presunta delincuente por no perjudicar a su partido, ¡Qué ejemplo de generosidad política en la adversidad!
En fin, hace falta tener más morro que un oso hormiguero para que te pillen con un kilo de marihuana junto a tu pareja, de nombre por cierto, José Antonio Gallego, y pretender hacer un favor al partido que representas y que a buen seguro estará encantado con tus actividades extra-municipales. Es un ejemplo más de la bajeza moral que envuelve a esta sociedad desnortada de principios y que tiene entre sus representantes políticos a personajes impresentables incluso en una perdida aldea leonesa.
Acaba la canción de Veneno con un verso que dice “Te quiero conquistar con el suave viento, gratis y fresco de mi abanico de cristal…” Es lo que necesitamos: viento fresco, porque si no este país acabará apestando.