-Hola Morgan.
Durante cuatro años, los jueves, fui Morgan. Sin posibilidad de discusión asumí mi papel, porque Leopoldo María Panero me bautizó con ese nombre argumentando que mi larga melena le recordaba al pirata y para él siempre fuí Morgan, el pirata de la radio.
Panero acudió durante cuatro años a la tertulia que montó en al SER Javier Sardá, con cinco enfermos mentales a mediados de los 90, y Leopoldo participaba desde los estudios de Radio San Sebastián. Un taxi le traía desde el Sanatorio Psiquiátrico de Santa Águeda, en Mondragón, y dos horas antes del programa ya estaba en la redacción de la radio.
Pelo cano, mejillas hundidas y mirada incierta, a veces retadora, a veces bovina que en ocasiones daba miedo, porque la locura nos asusta. Leopoldo siempre aparecía con dos o tres paquetes de Winston en la mano y anunciaba que bajaba al bar a tomar una pepsi-cola y un sándwich. Llenaba la redacción de humo, mientras se repatingaba en una silla para contar sus cuitas en el manicomio donde estaba ingresado. Todos eran unos tiranos y unos bordes.
En algunas ocasiones traía varios de sus libros, para venderlos. Compré algunos, entre ellos una edición bilingüe de “Poemas del manicomio de Mondragón” que me dedicó con un sencillo » A Morgan , con cariño«; y pedía más pepsi-cola y llenaba los ceniceros.
Su despedida siempre era la misma: puño cerrado, sonrisa cómplice y un ¡Viva la anarquía!
Hasta siempre Leopoldo.