Me sorprende que se sorprendan. Me refiero a los grandes partidos políticos y sus sesudos asesores, a la hora de analizar los resultados electorales de las europeas. Resulta cuanto menos sintomático que el Partido Popular no esperara un fuerte rechazo de muchos de sus apoyos habituales, a la vista de cómo han ido los dos años de su gobierno, regido por el principio de apretar el cinturón hasta dejar sin resuello a millones de personas que han perdido su trabajo, en muchos casos sus viviendas, y en no pocos hasta las ganas de vivir.
Cierto es que el panorama no daba para mucho con un país arruinado, al borde de la quiebra, aunque al final bastó con un rescate de 100.000 millones de euros, casi nada. Al parecer, en Génova confiaban en un buen resultado, es decir ganar como si todo el mundo asumiera que la gestión del gobierno era la inevitable. Incluso prepararon la parafernalia habitual para celebrar la victoria, que resultó en realidad un sopapo de dos millones de sus votos que se fueron por el sumidero o camino de otros lares. Suspendieron la fiesta, claro.
Los socialistas por su parte soñaban que podían sumar más votos que los populares, pero el sueño se tornó en pesadilla y el descalabro acabó por hacer tirar la toalla al incansable púgil – más rudo fajador que fino estilista- que lleva por nombre Alfredo Pérez Rubalcaba. Pensar que el personal les iba a perdonar su más de lo mismo a la hora de abordar posiciones políticas y los dimes y diretes de quienes aspiran a suceder a Rubalcaba, más interesados en mirarse al ombligo que otra cosa, les ha salido caro.
La fidelidad del votante popular comienza a tener claros signos de agotamiento, vistos los escándalos de corrupción y la capacidad de hacer como los avestruces de sus dirigentes, cuando no utilizando el consabido y tú más. Los votantes socialistas no perdonan la inoperancia y ver siempre las mismas caras, además de casos de corrupción como los investigados en Andalucía.
Y en esas estamos cuando un partido hecho de discurso radical contra el bipartidismo rampante se lleva un millón de votos a la buchaca para pasmo de los de siempre. Podemos recoge el infinito hartazgo de muchos jóvenes sin futuro, parados cincuentones con el porvenir más negro que una noche sin estrellas y del hartazgo de quienes ven, día tras día, que las cosas no cambian. De momento están cosechando una rociada de críticas – algunas con fundamento- que reflejan el nerviosismo de quienes han sufrido el zarpazo electoral. Habrá que ver si la irrupción de esta joven formación aguanta el tirón y el cabreo del personal no decae, porque su programa electoral adolece de un buerrollismo de difícil recorrido.
En Canarias los grandes partidos también se dejaron muchos votos y resulta significativo el retroceso de Coalición Canaria. Salvo excepciones, sus dirigentes parecen escurrir el bulto a la hora de explicar el por qué del batacazo (María del Mar Julios decía que era por la disputa sucesoria de Paulino Rivero, que cosa…) pero me pregunto qué dirán significados cargos del partido como Fernando Clavijo o José Manuel Bermúdez, ambos alcaldes de las dos principales ciudades de Tenerife, que han visto como su partido pasa al quinto lugar de los votados en estas elecciones. Paulino Rivero está en otra la clave, lo suyo son las prospecciones.
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