Imagino la conversación de cualquier corresponsal extranjero en España a la hora de informar a sus jefes sobre los temas de actualidad de este país nuestro. Corrupción hoy, corrupción mañana, y corrupción pasado; y entre col y col una lechuga: una consulta ilegal en Cataluña por aquí, una Pantoja camino del trullo por allá o el enésimo premio nacional de cultura que le dice al gobierno que se meta el galardón por donde la espalda pierde su digno nombre.
Con todo, las variantes de conductas deshonestas-por evitar adjetivos muy manoseados- dan para una radiografía del personal a quienes los votos han puesto al mando de las administraciones. Véase el caso del presidente de Extremadura, Mr. Monago, que jura por snoopy que sus 35 viajes a Tenerife como senador (y no como sanador) lo fueron por motivos de trabajo y nada que ver con un asunto particular con nombre y apellidos de mujer. Lo mejor del asunto es que Mr. Monago habla un día de conspiración para hundirle y al día siguiente promete, entre lagrimitas, que será bueno y devolverá todo el dinero. ¿En qué quedamos? Juzguen ustedes, porque luego dicen que a los periodistas se nos ve el colmillo retorcido.
La Comunidad de Valencia atesora asimismo varios ejemplares de servidores públicos con vicios privados. A Juan Cotino, ex presidente de las Corts Valencianes y ex Director General de la Policía Nacional (¡toma ya!) entre otros cargos, se le puede caer el pelo y la barba blanca que luce estos días, tras conocerse que el TSJV le imputa por mordidas millonarias (en euros, se entiende) cuando el papa Benedicto XVI visitó la tierras de Blasco Ibáñez hace ya unos años. Declarado católico militante, a Juan Cotino le debió parecer estupendo hacer una versión propia de aquello que dicen las Escrituras de “que tu mano izquierda no sepa lo que hace la derecha” pero en beneficio propio.
Y qué decir del vicealcalde de Valencia, Mr. Grau, al que no teníamos el disgusto de conocer. Con tan sólo un par de minutos en los informativos de la televisión ya sabemos que miente, cuando dice que no está imputado por corrupción, que se maneja que como un chulo de barrio “les he convocado (a los periodistas) porque me da la gana”, pero ahí está su jefa, nada más y nada menos que la incombustible Rita Barberá para aclarar que el tal Grau no es un piernas y que no está en esto de la política por dinero. Pues sí que esta uno hasta el moño y más allá de escuchar comentarios pretendidamente exculpatorio a tirios y troyanos cazados en asuntos dignos de juzgados, de que su atracción por la política no es por para forrarse que diría un Zaplana cualquiera. Es que los señores Rato, Blesa, etc. que tiraban de las tarjetas black también estaban forrados desde hacía muchos lustros, pero la ética la tenían perdida también desde hacía décadas, al parecer.
Estimados corresponsales: ánimo en vuestro empeño, porque si nosotros contamos estas historias en el extranjero no nos cree ni Buzz Lightyear.