No tenía por qué hacerlo, pero lo ha hecho. Fernando Grande-Marlaska, miembro del Consejo General del Poder Judicial y presidente de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional ha puesto en negro sobre blanco, es decir en un libro, algunas de sus reflexiones personales sobre la justicia, educación, el terrorismo, y su militancia activa en defensa del colectivo gay, amén de su pasión por los animales.
El libro, de fácil lectura, es un cóctel de experiencias personales, capítulos con maneras de ensayo sobre cuestiones que considera esenciales para la buena salud de la sociedad española: desde la efectiva separación del Estado y la Iglesia, la necesidad de una educación para la igualdad en los centros de enseñanza, hasta la conveniencia de una legislación específica para luchar contra el acoso escolar.
Hay más, mucho más, y es ahí donde Fernando Grande-Marlaska hace un ejercicio de sinceridad personal irreprochable y arriesgado para contarnos sus cuitas a la hora de asumir su condición sexual; las a veces complicadas relaciones con su familia, sobre todo con su madre, ocasionadas por hacer público su condición de gay. Tampoco elude su relación con la religión: «es como un gas que en cuanto te descuidas acaba ocupando todo el espacio disponible y organiza todas las relaciones entre los humanos…» Ni tan siquiera contra el nacionalismo en general como el que se respira en el Pais Vasco y que provocó, más allá de ETA, su marcha a Madrid hace más de una década.
Por el libro conocemos sus gustos culinarios, sus lecturas, la vida que sigue, su amor por la natación y una fobia impropia para un hombre nacido en Bilbao: odia la lluvia.
Echo de menos algunas referencias más a su etapa escolar en el colegio Santiago Apóstol de Bilbao, regentado por los hermanos de La Salle, pero es algo personal porque también estudié en sus aulas y posiblemente compartimos patio más de una vez.
En cualquier caso «Ni pena ni miedo» me parece un ejercicio honesto de un hombre con gran proyección pública que bien podía haberlo obviado, a pesar de que le tilden de juez estrella o acusen, tras la publicación, de ansias de notoriedad. A Iñaki Anasagasti, seguro que no le va a gustar.