Minutos antes del concierto, en el hall del Auditorio de Tenerife se respiraba un inusitado ambiente británico. Había motivo. La Orquesta Sinfónica de Tenerife ofrecía un concierto protagonizado por músicos de las islas, desde el director Paul McCreesh y el tenor debutante Stuart Jackson, hasta el programa con obras de Edward Elgar, Benjamin Britten y de Félix Mendelssohn, que si bien era alemán, gozó en vida de gran fama y aprecio en el Reino Unido.
La colonia británica de Tenerife se movilizó para asistir al evento, y la alemana no se quedó a la zaga. Los locales, casi casi, parecía que jugábamos fuera. El caso es que el Auditorio había programado este concierto bajo el titulo Reino Unido y Europa, muy apropiadamente en estos tiempos de Brexit y desasosiego político; y que mejor que aunar lazos a través de la música. Por si fuera poco, los responsables del programa tuvieron un aliado metereológico porque la tarde fue lluviosa, desapacible y los paraguas poblaron las calles de Santa Cruz. No se podía pedir más. Si acaso un poco de smog para que la ambientación fuera perfecta.
Sabíamos que el director Peter McCreesh es un hombre brioso, enérgico, que ya dirigió la Sinfónica hace 12 años, así que cuando comenzó la interpretación del programa con la Serenata en Mi menor para orquesta de cuerda, op.20 de Edward Elgar, la breve y bella pieza del compositor británico inundó el auditorio y fue muy celebrada por el público.
Buen inicio, casi un aperitivo para dejar paso a una propuesta cien por cien británica: el Nocturno para tenor,op.60 de Benjamin Britten con la participación del tenor Stuart Jackson que debutaba en la plaza. La obra de Britten no es fácil, y esta compuesta por ocho piezas con poemas de John Keats, Percy Shelley y Wilfred Owen entre otros, y donde instrumentos como el fagot, el arpa, la flauta y el clarinete tienen protagonismo destacado. El tenor Jackson estuvo inmenso, bueno, es inmenso y su caja torácica y magnífica voz llevaron a buen puerto la interpretación de la obra de Britten. El público así lo entendió con aplausos que hicieron salir al tenor a escena repetidas veces, para agradecer la acogida.
Llegó el descanso y vimos más jarras de cerveza que en otras ocasiones.Hubo quien se entretuvo en admirar la peculiar relación que los súbditos de su majestad suelen tener a la hora combinar colores en su vestimenta, vimos hasta una corbata amarilla. Typical.
Quedaba la parte final del programa, nada más y menos que una obra de Félix Mendelssohn, en esta ocasión la Sinfonía nº3 en La menor, conocida como «Escocesa». El director, Paul McCreesh estuvo a punto de perder su flema británica al tener que retrasar el inicio de la obra por la negligencia de un espectador y su aborrecible móvil. El director se giró hacia patio de butacas buscando al culpable y el propietario del artefacto salió zumbado de la sala, a una velocidad que le hubiera dado plaza olímpica en los cien metros lisos. Por lo menos.
La obra comenzaba con un ritmo de andante con moto, y culminaba con un alegro vivacissimo, así que Paul McCreechs tuvo la ocasión de ofrecer una clase magistral de vigor con la batuta y de expresión corporal que resultó contagioso para la orquesta y público y resultó una gozada para la interpretación del concierto. El público premió con una prolongada ovación al director y a la Sinfónica de Tenerife para cerrar el concierto.
A la salida del Auditorio las nubes habían desaparecido, quizá como señal de esperanza que mejore la conexión entre Reino Unido y Europa en lo político; porque ayer, en lo musical, fue perfecta.
¡Bravo, Sr. De Miguel! Me ha hecho sentir como si hubiese estado allí. Corro a escucharme el programa completo y a colarme tres pintas por el gaznate.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Muy amable. El plan es perfecto para la tarde-noche. Disfrute.
Me gustaMe gusta
Excelente crónica. Me he sentido como si estuviera allí
Me gustaMe gusta
Gracias Chema.
Me gustaMe gusta