Nadar para no hundirnos como una piedra.

person-848122_1920    Sinceramente me importa un rábano que imputen o no a la infanta Cristina. Nos vamos a tragar otro prolongado debate entre partidarios y detractores  de la decisión, resoluciones judiciales, recursos y un largo etcétera que para nada mejoran la situación real de millones de españoles acuciados por problemas más graves: la falta de trabajo y un horizonte cercano donde la pobreza asoma sus afiladas garras. La casa real se ha ganado a pulso el descrédito de la institución y el rechazo a millones de españoles.

Produce desconsuelo y rabia que por ejemplo en Canarias, el gobierno autonómico tenga que abrir durante los meses de julio y agosto cientos de centros escolares con el objetivo principal de dar una comida al día a más de 3.000 niños cuyas familias no pueden hacerlo debido a la crisis. Esto se llama hambre. Estoy seguro que ni la infanta Cristina ni el resto de su regia familia conocen este dato demoledor, fiel reflejo de como las están pasando sus súbditos.

Otra teoría que hacen circular algunos políticos y gurús mediáticos es la necesidad de una nueva transición en España. Como si no tuvimos bastante con la primera. La memoria es  generosa y al final queda de aquellos convulsos años la imagen de que fue un modelo exportable a todo el mundo. Quienes la vivimos con uso de razón sabemos que hubo más violencia de la que queremos recordar, conversiones masivas de franquistas a demócratas de la noche al día, de totalitarios en sentido inverso y una desmemoria generaliza para tapar las vergüenzas y pasar página. Con todo, el régimen democrático nacido de aquellos años es lo más potable que ha pasado en la historia política de este país, donde la democracia ha sido un bien escaso.

Y para muestra un botón. La figura de Santiago Carrillo, ex secretario general del PCE, recientemente fallecido y  al que el historiador británico Paul Preston acaba de dedicar un libro en el que deja muy mal parado al otrora coprotagonista de la transición, cuya responsabilidad en la guerra civil (Paracuellos) y en su actividad dentro del PCE en las décadas posteriores, junto a  Dolores Uribarri, Pasionaria, y otros dirigentes comunistas ponen los pelos punta. El periodista y escritor Gregorio Morán ya reflejó sus andanzas y maneras políticas en su libro » Miseria y grandeza del PCE, 1936-1985» publicado hace la friolera de 27 años y que debería reeditarse.

No soy optimista porque si se habla de regeneración ésta debe hacerla la clase política que nos ha llevado a la situación actual, con una ciudadanía desafecta en su mayoría y que en teoría debería forzar el cambio. Sólo nos queda nadar para no hundirnos como una piedra, como ya cantaba Bob Dylan en  su canción  «Los tiempos están cambiando«.

Les dejo aquí una versión subtitulada.

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